Leyendas de Costa Rica


Las leyendas de Costa Rica 


Son un conjunto de relatos y tradiciones folclóricas, ubicadas dentro del folclor narrativo popular que expone características propias de nuestra cultura costarricense.  

Leyenda: La Cegua


Hace mas de doscientos años, en un pueblito de Guanacaste, vivía una hermosa mujer, la más bella del pueblo. Linda como una rosa, de curvas pronunciadas, hermosísimos bustos, piernas torneadas y una cara sin igual; sin embargo era la muchacha muy orgullosa y no guardaba la menor consideración por sus padres, a los que con frecuencia humillaba y desobedecía, pues se decía ser muy infeliz de ser pobre.

Cuenta la leyenda que, un día, esta bellísima joven recibió una invitación de un acaudalado y buen mozo español para asistir a un baile, a lo cual su madre se opuso, pues el joven era reconocido por sus atributos de conquistador, “Don Juan” y poco formal con las muchachas.

Ante la negativa de su mamá, la joven estalló en ira y blasfemó contra ella; llenó de improperios su humilde hogar mientras su madre la observaba y lloraba en silencio ante la actitud de su hija, pero a la joven no le bastó con insultar, sino que en un momento dado levanto su mano para abofetearla, pero no había levantado completamente aún su mano, cuando de la nada salio una mano negra, con grandes uñas y sostuvo la mano de la hija ingrata, entonces se escucho una voz estruendosa que dijo:

Te maldigo mala mujer, por ofender y pretender golpear a quien te dio la vida, desde hoy y para el resto de los siglos los hombres a ti se acercarán por tu hermoso cuerpo pero por tu espantoso rostro de ti correrán

Así es como desde entonces la cegua se aparece de pronto en el camino pidiendo que a algún jinete la lleve en su caballo, argumentando que va al pueblo mas cercano; “no hay un hombre que se resista a tan hermoso cuerpo y dulce ruego”, pero una vez que sube en ancas al caballo su cara se transforma en la de una horrible bestia similar a la de un caballo relinchando.

La cegua aparece también a aquellos hombres mujeriegos que andan a altas horas de la noche en la calle, ella se les aparece y con su dulzura le hace creer que es una nueva conquista pero en un momento dado muestra su rostro de caballo.

Muchos dicen haber tenido encuentros con la Cegua y aún hoy se menciona que en cualquier carretera cuando vayas en tu auto y de noche, has de tener cuidado de quien te haga una parada, pues ella se subirá con todos sus encantos a tu auto, y cuando estés absorto con su belleza se convertirá en lo que es, la Cegua.


Tomado de sanjosecostarica.org


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Leyenda: La carreta sin Bueyes



Se trata del fantasma de una carreta que deambula por las noches las callejuelas de alguna ciudad, especialmente aquellas dónde viven jóvenes libertinos o matrimonios que pelean constantemente. También se comenta que aparece cerca de la casa de alguna persona que se ha vuelto muy codiciosa o un avaro que acaba de morir. En ambos casos, la presencia del espectro es una advertencia a los pobladores que corrijan su forma de vivir y busquen el buen sendero.

Tradicionalmente se asocia con la avaricia y la codicia. La leyenda cuenta que, a deshoras o en pleno día, se oye a una carreta pasar cerca de la vivienda de alguna persona que se está volviendo muy avara, o de un avaro que acaba de morir, advirtiendo que cambien su pensar. Se caracteriza porque, de repente, se oye en algún lugar, luego en otro, ora en uno diferente, ahora en un lugar más apartado, pero sobre la base de un punto de ‘órbita’, el lugar del avaro. Es un espectro con el don de la ubicuidad.

Se dice que aparece como una carreta (la costarricense está pintada de múltiples colores) que tiene el yugo (en donde se enganchan los bueyes) alto y vacío. A veces se menciona que quien la ve muere a los ocho días de contemplar la aparición.

Sobre el origen de tal fantasma se narra lo siguiente: un labrador codicioso y avaro decidió construir una carreta, pero para no comprar la madera necesaria robó la que estaba consagrada para construir el templo del lugar. Al terminar la carreta, enganchó los bueyes y se subió al vehículo para guiarlos, pero los animales se desengancharon y él cayó muerto. Desde ese día, guía la carreta sin necesidad de tracción animal (una versión de la leyenda escribe “¿Por qué condenar a unos inocentes bueyes?”) y va como advertencia por los caminos y yermos, para aquellos que solamente conocen la palabra riqueza. Los que no hacen caso de su errar, al morir van y se unen al espectral boyero para conducir la carreta maldita por sendas inciertas.

Otra versión, recogida por Elías Zeledón en su Leyendas costarricenses, indica que el hombre de la carreta era el amante de una bruja, y que al morir pidió que fuera enterrado como cristiano. La bruja intentó entrar con todo y carreta al templo, pero el sacerdote la reprendió por su incredulidad, y desde entonces la carreta va anunciando desgracias, conducida sin bueyes por el Diablo.

Según el filósofo Constantino Láscaris, el origen de la leyenda de la carreta sin bueyes se encuentra en la peste del cólera que azotó el país durante la Campaña Nacional de 1856-1857, la cual cobró la vida de cerca de 10.000 personas, cuyos cadáveres eran transportados en carreta para ser cremados o enterrados.

Tomado de la página micostaricadeantano.com

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Puede ver el video en el siguiente enlace: si usa celular hacer click en "versión web"



LA LEYENDA DEL PISUICAS

El término “Pisuicas” viene del idioma huetar, de influencia chibcha, que en la Costa Rica precolombina era el que más se hablaba, dada su gran población.


¿POR QUÉ LOS TICOS LE DECIMOS “PISUICAS” AL DIABLO?

– ¡Chiquillos, no jueguen escondido de noche porque se los va a llevar el Pisuicas!

– ¡No camine para atrás porque le sale el Pisuicas!

– A los que se portan mal con sus padres y no los respetan, se los lleva el Pisuicas, con cuerpo y alma para el infierno.

– ¡Cuanta maldad en el mundo, definitivamente el Pisuicas anda suelto!

El diablo puede presumir que tiene una versión costarricense de su nombre, ya que en nuestro país, tenemos la costumbre de llamarlo curiosamente por “el Pisuicas”

Para los huetares existía un dios malo, al que llamaban PIS – UI – KÁ. Este dios malvado reinaba en el inframundo de las sombras eternas, y andaba en la tierra para tentar a los humanos.
 
En la Costa Rica de antaño, de casas de adobe y calles empedradas, donde no existía la energía eléctrica y por consiguiente, no había iluminación, y mucho menos radio, televisión, teléfono ni internet, las familias gozaban de reunirse por las noches, en el corredor de la casa, medio alumbrados por la raquítica luz de una candela y con jarro de aguadulce en una mano y tortilla con queso en la otra, para disfrutar de las otrora entretenidas y sabrosas tertulias, en donde se hablaba de temas variados como los parientes, las cosechas, el trabajo y el tema favorito de todos: los sustos y los aparecidos.

Referencia Bibliográfica

Piedra, V. (2013) Costarriqueñismos, un Encuentro con Nuestra Cultura, Nuestros Valores y Nuestros Sentimientos. Recuperado de https://www.facebook.com/costarriquenhismos/photos/por-qu%C3%A9-los-ticos-le-decimos-pisuicas-al-diablo-chiquillos-no-jueguen-escondido-/1485903751517646/


En el siguiente enlace puede escuchar el podcast "La Leyenda del Pisuicas"

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El Cadejos



Vení temprano le decía Juan a su padre que por sus largas borracheras no paraba en su casa ni de día, ni de noche. A lo cual contestaba este “hijo de Dios en mi casa cuídame tu a mi familia, madre que te engendró y padre respeto por Dios quiero yo”.

Aburrido de estas palabras que a diario escuchaba, decidió darle un escarmiento, consiguió un cuero negro, varias cadenas de perro y se escondió a su espera.

Como siempre y de madrugada apareció su padre con tremenda borrachera, aprovechó Juan y poniéndose el cuero y sonando las cadenas quiso darle una lección.

“Por asustarme y contradecirme “cadejos” quedarás y a todos los borrachos del mundo en sus necesidades ayudarás”.

Espeluznante y fantástico animal que la gente supersticiosa lo señala como un enorme perro, de ojos encendidos, de pelo muy largo y enmarañado, que desde tempranas horas de la noche salía a asustar a las personas, en especial a los que andaban en malos pasos o niños desobedientes, o a espantar caballos, gallinas y hacer otras diabluras más.

Según algunos vecinos del pueblo, era lo más tétrico y pavoroso que le podía haber sucedido a los que hubieran tenido ia mala suerte de ver a la más terrible de todas esas maléficas criaturas: el “Cadejos”. Al perro negro y encantado que aparecía y desaparecía como obra de magia, arrastrando enormes e invisibles cadena? que se oían pero que no se veían, rechinando largos y puntiagudos colmillos y lanzando fuego por la boca, ojos y orejas. Las personas que tuvieron la mala suerte de verlo solían decir que era el verdadero Lucifer personificado en forma de perro.

Se cuenta también de que muchos hombres y muy valientes que se aventuraron a andar a deshoras de la noche, por las calles solitarias de San Juan del Murciélago de antaño, en más de una ocasión regresaron a sus casas “jadeando” de la carrera que les pegó el “espanto del Cadejos”, con la vista casi torcida al revés, y además, todos “mojados” y “untados” por haber visto al maléfico perro negro.

Según los relatos que dan consistencia a la leyenda del Cadejos, este horrible perro negro es el resultado de una maldición. Transportándonos al pasado, veamos qué fue lo que sucedió:

Era una humilde familia; el marido solía con frecuencia emborracharse en las cantinas y, llegando a deshoras de la noche a su casa, hacía un escándalo tremendo. Sacaba la cruceta y amenazaba de muerte a todo aquel que se atreviera a ponerle la mano encima. Otras veces le pegaba salvajemente a su mujer por motivos realmente insignificantes. El hijo mayor de la familia decidió un día darle un buen susto cuando éste regresaba de sus andanzas nocturnas.

Se consiguió un cuero peludo y, cuando fue ya tarde de la noche, se dirigió hacia un punto oscuro y solitario del camino, por el cual tenía que pasar su padre de regreso a casa.

Y de veras, cuando distinguió la sombra del hombre que se acercaba, se puso el cuero peludo, luego avanzó de cuatro patas al encuentro de su padre, convertido en horrendo animal de ultratumba.

El resultado fue óptimo para el muchacho, pues su papá, al ver aquella aterradora aparición, casi le da un ataque del susto y corrió tan rápido alejándose de aquel lugar que parecía que los tantos años vividos ya no le pesaran.

La estremecedora aparición continuó sal iéndole al encuentro en el mismo paraje, cada vez que su papá regresaba de sus correrías nocturnas. Pero, a pesar de todos estos sustos, no lo hacía abandonar su mala conducta y mucho menos el vicio del licor.

Un buen día se le agotó la paciencia al hombre y dominado el miedo que aquella espeluznante aparición le producía, levantó la cruceta para disponerse a hacer un picadillo a cuchilladas al espanto, pero cuando ya iba a asestar el primer golpe mortal, escuchó !a voz de su hijo que muy temeroso le gritaba que todo había sido una broma, que lo perdonara y que no lo matara.

El padre, al constatar que aquel hijo lo había hecho objeto de burla y de tan horrenda broma, profirió una maldición al muchacho: “De cuatro patas andarás toda la vida”. La maldición se cumplió y aquel hijo se convirtió en perro grande y negro, que la noche más oscura no lo es tanto con su negrura.

Esa fue la maldición por haber asustado a su padre: pasaría él a ser el Cadejos, para horror de la gente: ese perro de apariencia pavorosa, capaz de erizarle el pelo al más pintado.

Nunca se ha sabido que este espanto haya atacado a nadie. Al contrario, muchos supersticiosos aseguran que más bien suele acompañar a los solitarios caminantes para defenderlos del peligro. Aunque la tradición advierte, sin embargo , que si alguien intenta golpear a este perro en tinieblas, éste aumentará de tamaño, ligero se enfurecerá y el atrevido corre seno peligro de una agresión.

¿Será cierto o no la anterior versión?

Le será fácil a aquel que quisiera averiguarlo. Todo es encontrarse con el Cadejos, en las calles oscuras de San Juan del Murciélago.

Relato hecho por: Nelly Peña

En el siguiente enlace encontrará la espeluznante historia de EL CADEJOS

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La Procesión de las Animas

La Procesión de las Animas

Todavía no he podido olvidar del viejo Puntarenas una extraña leyenda que mi abuelita en la tertulia familiar, nos contara un día a sus nietos una tarde de lluvia.

Hoy, evocando su recuerdo muy querido para mí, he venido a recordar los tristes pasajes de ese cuento de superstición, que tanto miedo nos causó a la hora de irnos a dormir.

Contaba la abuelita que ella todavía pudo conocer, aunque ya muy anciana, a doña Manuelita Canales, la persona más importante de esta historia, la cual debió acontecer muy a principio del siglo que pasó.

Doña Manuelita era una santa mujer; sumisa a su esposo don Camilo Briceño, bastante mayor para ella, tenía el puesto de Guarda nocturno en la antigua casa de Aduana y Agencia de Barcos “Ansaldo y Co”. No tenían hijos pero aún así eran muy felices.

Sin embargo esta felicidad vino a menos, y el asunto casi le cuesta la vida a doña Manuelita, que se vio en alitas de cucaracha para que no se fuera al hueco. Y el motivo lo ocacionó la extraña y disparatada ocurrencia que el matrimonio tuvo de variar los métodos de vida que normalmente tienen los cristianos en todo el mundo.

Figúrese -nos decía la abuelita- que como el trabajo del marido era solo de noche, resolvieron variar los tiempos de comida y también los demás menesteres de un hogar corriente. De esta suerte, a las cinco de la tarde se levantaban de la cama, tomaban su desayuno, y en tanto don Camilo se iba a su trabajo, su mujer a sus quehaceres domésticos cotidianos, que antes solía hacer de día.

La gente gozaba con ellos, pero como eran tan buenos, nadie se metía a molestarlos y hay la iban pasando, ni envidiosos ni envidiados como dijo el poeta.

A las once de la noche le llevaba a su marido el almuerzo, a las tres de la madrugada un cafecito caliente con chilasquilas bien fritas, a las seis lo esperaba a comer y las ocho de la mañana se acostaban a dormir.

Así pasaron algunos meses y cuando ya se iba haciendo un hábito en ellos ese cambio en sus costumbres, he aquí que vino a ocurrirles lo siguiente:

Estaba doña Manuelita como a las doce de la noche un poco apurada en el lavado, restregando un poco de ropa en el patio, cuando oyó en dirección de la calle un rumor de gente rezando.

Extrañada y curiosa, salió a la puerta en el preciso momento que pasaba frente a su casa una procesión de gentes enlutadas. Iban rezando, llevando una cruz pequeña en una mano y en la otra una vela de esperma o de semillas de higuerilla, que eran las candelas de antaño.

Al cerrar su puerta una de aquellas personas le dijo tome, y le entregó una candelita.

Como estaba tan ocupada, distraídamente puso la vela por ahí un momento en un rinconcito atrás del baúl y se fue a hacer sus quehaceres. Dos días después volvió a ocurrir lo mismo y también una tercera y cuarta vez, y como en la primera ocasión, le entregaban la velita y ella la guardaba en el mismo rincón.

Un día amaneció, o mejor dicho atardeció enferma doña Manuelita y su marido la llevó al médico, pero como pasaba el tiempo y las medicinas no le hacían bien y estando sumamente delicada de salud, por consejo de las amistades don Camilo la llevó al sacerdote para que la confesara “por si acaso”.

En realidad doña Manuelita estaba muy malita y el señor Cura creyó más conveniente suministrarle los Santos Oleos a fin de que en su ausencia no fuera a morir en pecado mortal.

Como el aposento estaba un poco oscuro pidió a una vecina que estaba ahí una vela, pero no encontrándose una a mano, le preguntaron a la enferma por el lugar donde solía guardarlas corrientemente, a lo cual ella señaló con el dedo el sitio donde tenía las que le habían regalado anteriormente en las procesiones.

La vecina hizo lo que se le ordenó, pero no encontró nada.

Aquí solo hay unos “huesitos” dijo y la ropa recién lavada de la señora.

Extrañado el señor Cura tomó en sus manos uno de aquellos huesos y al comprobar que eran humanos, se horrorizó y tirándolo a un lado hizo la señal de la cruz y se santiguo.

Sin poder explicarse aquello, el sacerdote procedió de inmediato a confesar a la enferma revelando ésta la rara procedencia de esas piezas humanas. Explicando luego su caso.

Manuela, le dijo, no puedo absolverte en nombre de Dios, Nuestro Señor, si no vas al cementerio a devolver eso.

Ya ve doña Manuelita, lo que le pasa por variar sus costumbres. Esa procesión que Ud. vio pasar es la procesión de las ánimas benditas, que salen todos lo lunes, a las doce de la noche y mientras no devuelva esos huesos las ánimas le estarán inquietando siempre y no podrá vivir o morir tranquila. Levántese como pueda y vaya al cementerio a enterrarlas y que Dios le dé fuerzas.

Gran revuelo causó eso entre el vecindario y una señora ya muy mayor le aconsejó a la enferma que se hiciera acompañar por dos niñitos, porque eso le ayudaría mucho para conseguir indulgencia. Doña Manuelita hizo todo lo que le aconsejaron y como en realidad ella era una buena mujer, no faltaron personas caritativas que le acompañaron en su triste misión al camposanto.

Y dicen algunos, que estuvieron presentes a la hora de enterrar los despojos que cuando echaba el último puñado de arena se escuchó una voz de ultratumba perdonándola.

Puede escuchar esta leyenda en el siguiente enlace

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Leyenda: La Llorona


En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan los gritos rudos con que los boyeros avivan la marcha lenta de sus animales, dicen los campesinos que allá, por el río, alejándose y acercándose con intervalos, deteniéndose en los frescos remansos que sirven de aguada a los bueyes y caballos de las cercanías, una voz lastimera llama la atención de los viajeros.

Es una voz de mujer que solloza, que vaga por las márgenes del río buscando algo, algo que ha perdido y que no hallará jamás. Atemoriza a los chicuelos que han oído, contada por los labios marchitos de la abuela, la historia enternecedora de aquella mujer que vive en los potreros, interrumpiendo el silencio de la noche con su gemido eterno.

Era una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado en medio de la tranquilidad escuchando con agrado los pajarillos que se columpiaban alegres en las ramas de los higuerones. Abandonaba su lecho cuando el canto del gallo anunciaba la aurora, y se dirigía hacia el río a traer agua con sus tinajas de barro, despertando, al pasar, a las vacas que descansaban en el camino.

Era feliz amando la naturaleza; pero una vez que llegó a la hacienda de la familia del patrón en la época de verano, la hermosa campesina pudo observar el lujo y la coquetería de las señoritas que venían de San José. Hizo la comparación entre los encantos de aquellas mujeres y los suyos; vio que su cuerpo era tan cimbreante como el de ellas, que poseían una bonita cara, una sonrisa trastornadora, y se dedicó a imitarías.

Como era hacendosa, la patrona la tomó a su servicio y la trajo a la capital donde, al poco tiempo, fue corrompida por sus compañeras y los grandes vicios que se tienen en las capitales, y el grado de libertinaje en el que son absorbidas por las metrópolis. Fue seducida por un jovencito de esos que en los salones se dan tono con su cultura y que, con frecuencia, amanecen completamente ebrios en las casas de tolerancia. Cuando sintió que iba a ser madre, se retiró de la capital y volvió a la casa paterna. A escondidas de su familia dio a luz a una preciosa niñita que arrojó enseguida al sitio en donde el río era mas profundo, en un momento de incapacidad y temor a enfrentar a un padre o una sociedad que actuó de esa forma. Después se volvió loca y, según los campesinos, el arrepentimiento la hace vagar ahora por las orillas de los riachuelos buscando siempre el cadáver de su hija que no volverá a encontrar.

De entonces acá, oye el viajero a la orilla de los ríos, cuando en callada noche atraviesa el bosque, aves quejumbrosos, desgarradores y terribles que paralizan la sangre. Es la Llorona que busca a su hija…


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Leyenda La Mona


Se dice que en las oscuras noches, cuando se acerca la medianoche y Guanacaste duerme bajo la luna llena…una desdichada mujer transformada en una horripilante criatura asusta a los transeúntes que deambulan por los solitarios caminos. A veces la mona se atreve a llegar hasta los barrios céntricos de los pueblos, correteando sobre los techos de las casas, arañando el zinc con sus garras.

Se cuenta que muchos años atrás, quizás desde tiempos coloniales, una guapa mujer fue tranformada en mona por una bruja. Mucha gente dice que la espantosa conversión fue debido a la envidia que la bruja tenía hacia la extrema belleza de esa mujer… Otros afirman que fue transformada en tan horripilante criatura debido a un castigo que le propicio la hechicera por contar falacias sobre ella.

Acerca de La Mona, se puede decir que es una criatura, efectivamente, con la cara con aspecto de simio, de baja estatura, con su cuerpo cubierto de pelos, con ojos rojos y penetrantes, además de tener un grito escalofriantemente desesperante y aterrador. Normalmente es enviada por algún brujo o bruja a atacar a una persona en especial… Aunque muchas veces La Mona simplemente deambula por ahí asustando y molestando al primer desdichado que se le aparezca en frente, agobiándolo con sus gritos y rasguños, con su mirada y su presencia…Con ese sentimiento infernal que la rodea…

Tomado de: Diario Digital Independiente

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21 de febrero BATALLA DE COTO